Diez entregas contando las portátiles, cerca de 700 minijuegos y más de 30 millones de copias vendidas son el legado de este fenómeno multijugador que Nintendo y Hudson crearon hace la friolera de trece años. Pero después de un lustro en la incubadora, la saga Mario Party pedía a gritos oxígeno renovado, y los elegidos para revitalizarla han sido precisamente los padres de otro juego fiestero multijugador: Wii Party. ¿Quieres saber cómo se lo han montado? Pues vamos allá con nuestro análisis de Mario Party 9 para Wii (aunque si antes lo quieres ver en movimiento, aquí tienes este avance).
Tirando el dado... y del carro
El estudio Nd Cube (formado por ex integrantes de Hudson, que ya sabían de qué iba la fiesta) ha tomado como referente el tablero isleño de Wii Party y lo ha multiplicado por siete tableros de magia nintendera, como el valle de Toad, la fábrica Bob-omb o el satélite Bowser.
La primera novedad heredada del guateque de los Miis es la mecánica inspirada en el juego de la oca, o sea, que los tableros ya no son circulares, sino que acaban en una meta, donde nos espera un jefe final (además del subjefe intermedio) al que debemos derrotar de forma cooperativa. Otro cambio importante es la elección de minijuegos, que ya no depende de una ruleta aleatoria, sino que los escogemos a dedo entre tres propuestas.
Y aquí llega el cambio más radical que tantas dudas nos había suscitado hasta hoy: el vehículo, carro o como prefiráis llamarlo. Por primera vez, nos desplazamos todos juntos por el tablero, y cada turno determina quién es el comandante, que puede elegir las bifurcaciones que más le beneficien... o arrastrar a sus rivales a los caminos más puñeteros.
Aunque se pierde el nivel de desmadre de antaño y algunos echaréis en falta la opción de jugar a la vieja usanza, lo cierto es que las partidas de Mario Party se han vuelto más vivas, participativas y estratégicas (mirad cómo dieron de sí en el torneo Mario Party 9 para periodistas organizado por Nintendo) ya que nos incitan a planear qué tipo de dado nos conviene usar en función del tipo y número de casillas que tengamos por delante.
Atrás quedan por tanto la individualidad de los viejos Mario Party, en los que había que esperar a que cada jugador administrase su turno a su bola, y las partidas “mariotonianas” de varias horas, ya que al fin sentimos la necesidad (y la prisa) de avanzar hacia una meta.
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